Un bosque en el Adriático

Ella es inteligente por no hacer caso a los problemas del tiempo y la vejez. Las demás ciudades ven pasar sus días con cara más bien tristona, se les nota por la basura de sus calles, las ajetreadas avenidas repletas de coches y sus oscuros ríos. Venecia envejece como lo hacen los grandes bosques. Sus cortezas se llenan de musgo, de pequeños habitantes como pájarillos, hormigas...la humedad hace brotar los verdes y sus ramas se oxidan. Su atmósfera se intensifica cuando el sol empieza a esconderse, cuando los últimos retazos de luz naranja arrancan los azules de los verdes, los rojos de los tierras y los amarillos del blanco. Oscurece y ella rejuvenece. La luna saluda vestida de perla cada una de sus calles y aun se le ocurre tontear con el agua. El bosque duerme y las últimas ardillas caminan de árbol en árbol bajo una intimidad y silencio especial. Ella acoge toda vena sensible y cariñosa del ambiente para hacer del bosque el lugar más romántico del mundo.

El tiempo, simplemente, se toma unas vacaciones en alguno de sus palacios.

Unica


Femenina e interesante. Diferente a todas las demás.
Si fuera sólo bonita sería dejar de lado a su verdad. Si sólo fuese preciosa estaríamos hablando de otra cosa.
Le llaman Venecia.